Nuestra historia
La Tarta de la Madre de Cris
Tartas salvajes, sin artificios, con la natural exquisitez de lo casero
La Plaza Pescadería de Granada (España), tiene desde hace varios años un olor muy especial a dulce casero, un aroma inconfundible que te transporta a la infancia, a la niñez, a la cocina de fuego lento, a las madres y a las abuelas… En el número 7 de esta famosa plaza situada al lado de la catedral, encontramos la tienda de “La tarta de la madre de Cris”. Un comercio familiar dedicado única y exclusivamente a la venta de tartas de queso. Un ejemplo muy peculiar de crecimiento y expansión en tiempos de crisis. Este es el resultado exitoso de mezclar materiales de primera calidad con una elaboración artesanal diaria y “mucho amor”. Así empieza la historia de una valiente emprendedora que apostó por lo casero.
Pilar Molina ha sido durante 35 años profesora en institutos de educación secundaria. Siempre le gustó la cocina y en especial la elaboración de la tarta de queso. Por ello, solía hacer para sus familiares, amigos y compañeros de trabajo una tarta que siempre tenía mucho éxito. Hasta que en 2014 alentada por los amigos de su hija Cristina Orta Molina, decidió comercializar su tarta casera a través de un pequeño negocio en el corazón de Granada.
Nuestras tartas se deshacen en el paladar
Una de las principales técnicas de marketing para promocionar un nuevo producto es dar una muestra gratuita, especialmente cuando sabes que lo que vendes es muy bueno. Y eso mismo fue lo que hizo Pilar, ofrecer una degustación a todo el que quería entrar a su tienda a probarla.
Así comenzó a hacerse famosa por toda la ciudad “La tarta de la madre de Cris”. Los clientes quedaban maravillados con un pedazo de este pastel que se deshace en el paladar y te invita a repetir. “Desde el principio el negocio funcionó perfectamente, todo el que la probaba quedaba encantado. Por tanto, vimos que tenía futuro”. Nos cuenta Pilar. “Posteriormente asistimos al Salón del Gourmet de Granada, de Madrid y nos fueron conociendo más y en más sitios. Hoy exportamos tartas por toda España y tenemos comerciales en Madrid, Barcelona, Valladolid…”.
La tienda cuenta con el certificado de excelencia de Tripadvisor y entre los muchos comentarios positivos que ostenta podemos leer algunos como: “La mejor tarta de queso del mundo”, “La tentación hecha realidad”, “Una delicia para el paladar”, ” Tartas de queso hay muchas, como esta ninguna”,… Además, se ha convertido en parada obligatoria para los turistas que vienen a degustar los mejores productos de la ciudad andaluza, y es un postre indispensable en la mayoría de restaurantes de Granada. “Sí ha tenido tanto éxito, es porque está muy buena; es una tarta artesana, hecha a diario con materias de primera calidad, sin conservantes, ni colorantes. Por eso, nuestros clientes se han hecho incondicionales y su boca a boca ha sido nuestra mejor publicidad”, nos cuentan en la tienda.
Pilar, una madre emprendedora
“Nunca imaginé que montaría un negocio, ni de tartas, ni de nada”
En estos tiempos de incertidumbre, es habitual sentir miedo antes de abrir un negocio o comercializar un nuevo producto. Son muchas las voces que aconsejan no correr riesgos y esperar a épocas de prosperidad, pero los periodos de crisis también son beneficiosos para los atrevidos emprendedores que deciden arriesgarse confiando en la calidad del producto que ofrecen.
“Nunca imaginé que montaría un negocio, ni de tartas, ni de nada, pero aconsejaría a los emprendedores que quieran abrirse paso, que lo hagan, que apuesten por un producto de calidad y lo aumenten según la demanda, sabiendo que tienen que trabajar mucho, pero que, si lo hacen, es probable que les vaya muy bien”, sentencia la creadora de este manjar.
La historia de Pilar Molina y “La tarta de la madre de Cris”, nos demuestra que el éxito no depende del momento, sino del producto.
Que las cosas hechas con calidad, amor y cuidado, por lo general salen bien y que, en estos tiempos de prisas y comida precocinada, sigue triunfando lo casero.
Texto escrito por Cristina Ruiz-Rico para La Revista Code